domingo, 13 de noviembre de 2011

Se cree que el corazón es un demente aventurero, ¡también él, con sus caprichos y sus ideas fijas y sus exigencias insólitas!
El corazón tiene la lucidez extrema, la que rechazamos por ser inapropiada, inoportuna y hasta indecente...
¡Vapuleado corazón que conlleva la culpa de su sinceridad sin mácula! ¿Cómo escucharlo sin caer en la enajenación?
Pero es probable que merezca respeto; no solo el que le otorgan los poetas y las mujeres románticas. El corazón es el único que obedece al puro y desnudo instinto, el que nos acerca a esos amores que duran lo que un fulgor. Lo que hoy siente el corazón mañana lo entenderá la cabeza, por lo que hay que dejarlo hablar y escucharlo con extrema paciencia.

[...]
Escuchan al corazón los valientes, los que llegan al borde del abismo y saltan hacia la orilla de sus sueños, los de vocación épica, los que toleran el aguijón del dolor después del goce, los que duermen en la cima de una montaña a la luz de la luna o se sumergen en ríos en madrugadas glaciales. Son los que se arriesgan por el presente y cierran las puertas de las contenciones impuestas, los que pueden confesar que han vivido. Los que van por la vida con el corazón herido pero la frente alta. Los que agradecen las arritmias de la pasión, aunque tan fugaces como punzantes, y erizan sus emociones al escuchar aquella música, la única, o entrever aquel perfil, inigualable.
Los románticos que, incluso en la actualidad mueren de amor, han estado atentos al dictado perentorio, cáustico, mordaz y sin piedad del corazón... y ahora tienen escenas magníficas que recordar. 

[No se ama en el presente ni en el futuro; se ama en el pasado, desde la primera vez que esta bomba circular hueca decidió estremecernos ante la presencia del otro.]


Por Noemí Carrizo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales